Premios Nobel, cambio climático y centrales nucleares

El pasado 5 de octubre, Syukuro Manabe y Klaus Hasselmann (además de Giorgio Parisi) fueron galardonados con el premio Nobel de Física por sus estudios sobre el desorden y la aleatoriedad en relación con el clima. El primero, un japonés de 90 años, ha sentado las bases de los modelos climáticos actuales; y el segundo, de nacionalidad alemana, es pionero en la creación de un modelo que relaciona tiempo atmosférico (desorden a corto plazo) y clima (orden a largo plazo). Además, gracias a ambos, sabemos hoy cómo funciona el cambio climático y cuál es la implicación del ser humano en este proceso; cambio climático que, al parecer, desapareció en el mismo instante en el que los informativos televisivos, hace ya casi dos años, dirigieron sus cámaras a Wuhan y el (ya hartos de oír) coronavirus apareciera en nuestras vidas.

Todas las campañas y movimientos sociales que estaban empujando a los políticos a actuar, todas las convenciones internacionales en las que se llegaba a aparentes acuerdos y todos los esfuerzos por parte de la sociedad que, por fin, parecían tener algún resultado, quedaron reducidos a nada con la pandemia. Y está claro que frenar la segunda era prioridad número uno, sí, pero estos dos años que han supuesto un punto y aparte en la vida de todos nosotros no pueden suponer también que nuestras prioridades a largo plazo, como frenar en la medida de lo posible el cambio climático, caigan irreversiblemente en el olvido: no pueden suponer su punto final.

Pandemias y crisis sanitarias mundiales aparte, probablemente, y como ya conocemos, la forma más eficaz de ralentizar esta crisis medioambiental recae en nuestro sistema energético y en cómo debemos modificarlo para hacerlo igual (o más) eficiente, e infinitamente menos contaminante. Está claro que dejar de depender de los combustibles fósiles (gas y petróleo en el caso de nuestros países vecinos) es el primer paso, para lo que el desarrollo de las energías renovables es fundamental. Sin embargo, la total dependencia de todo el sistema en las mismas es energéticamente inviable con la tecnología actual (fuentes de energía irregulares y poco aprovechadas), por lo que, y hasta la llegada de la energía nuclear de fusión dentro de unos cuantos (demasiados) años, debemos explotar otras fuentes de energía que nos aseguren un suministro constante del que podamos ser dependientes cuando las renovables fallen. Y es aquí donde entra la tan amada por unos pocos, y tan odiada por otros muchos, energía nuclear de fisión (la de toda la vida).

Dependencia energética en los combustibles fósiles de España (azul) y la UE (naranja).

Si bien no diría que la amo, no la odio en absoluto. La energía nuclear (vamos a referirnos siempre a la de fisión) es probablemente la energía más estigmatizada de todas, incluidas las no renovables. Si le preguntas a alguien que tenga poco o ningún conocimiento sobre la misma si las centrales nucleares deberían ser suprimidas definitivamente, te respondería, sin ningún miramiento, un rotundo: "sí". Y si tras esto le preguntaras el por qué, la mayoría contestaría: "porque son malas, ¿no?", denotando, con esa dubitación final, su profunda ignorancia sobre el tema.

Detrás de esta opinión popular de la energía nuclear se encuentran, casi con toda seguridad, los dos grandes desastres nucleares que hemos acontecido: Chernóbil y Fukushima. Paradójicamente, las centrales nucleares cuentan con mecanismos muy avanzados de seguridad que impiden que estos episodios ocurran; y es que, por un lado, en Chernóbil, no se contaba con una tecnología de prevención y contención tan avanzada como hoy en día, mientras que en Fukushima nunca se predijo la posibilidad de que un tsunami de aquellas características arrasara la costa japonesa; por lo tanto, podemos afirmar que estos desastres son exclusivamente puntuales y en ningún caso deberíamos volver a ser testigos de nada similar.

Por otro lado, los famosos residuos nucleares (radiactivos) apenas suponen un problema al medioambiente más que espacio bajo tierra donde almacenarlos; y, a diferencia de lo que todavía algunos puedan creer, las centrales nucleares no emiten radiación alguna (ni mucho menos gases contaminantes), y el entorno en el que se encuentran solo se ve afectado visualmente por la presencia de las mismas.

Niveles de radiación y cómo es frenada.

Si es verdad que poco a poco se debe reducir la cantidad de centrales nucleares (algo que ya está sucediendo), en ningún caso se debería hacer antes de acabar con las centrales térmicas, pues, las primeras, no solo suponen una fuente infinitamente mayor de energía, aprovechando, además, un mayor porcentaje de la cantidad de combustible empleado, sino que también son mucho menos contaminantes que las segundas (teniendo en cuenta, claro está, los residuos radiactivos). El sistema energético debería mirar hacia una producción exclusiva de renovables y, hasta que se pueda no depender de ella, de energía nuclear, lo que sería mucho más efectivo a la hora de reducir, y en un teórico e idílico caso, eliminar las emisiones de gases contaminantes.

Esta situación se vuelve más controversial sabiendo que en muchos países europeos (especialmente en los Balcanes) la producción de energía mediante renovables es prácticamente nula, pues no cuentan con fuentes tan fiables (suficientes horas de sol, corrientes de vientos continuas y potentes, etc.) como, por ejemplo, en países como España (sol) o Noruega (viento). Y, aún así, estos países siguen prefiriendo optar por fuentes mucho más contaminantes como el carbón o el petróleo, en lugar de mirar hacia la fisión nuclear y su mejor balance contaminación/producción.

Intensidad de carbono (gCO2/kWh) generado en los países europeos. 

También podríamos hablar de la posible (muy probable) influencia que tienen las grandes compañías de electricidad y las petroleras (generalizando así a todas las empresas que se dedican a la obtención de combustibles fósiles) en que este falso, o adulterado, concepto sobre las renovables siga determinando la opinión pública y, por ende, siga favoreciendo a las mismas. Pero este es un tema que requiere una extensión con la que no contamos en esta entrada, así que habrá que esperar.

Este pequeño recorrido, que iniciamos con los recientes Premios Nobel, y que nos ha servido someramente como recordatorio del problema climático que seguimos enfrentando, hemos visto cómo debemos dejar de estigmatizar la energía nuclear y emplearla en nuestro beneficio para lograr los objetivos pactados por las convenciones climáticas; pues, lejos de ser ese monstruo a ojos de la mayoría, es potencialmente nuestra principal herramienta para poder dejar de depender, de una vez por todas, de los combustibles fósiles para producir energía, y seguir contando, claro está, con todas las garantías de abastecimiento.

Por otro lado, de la influencia de los lobbies energéticos en la cuestión ya hablaremos en otro momento. Y en el caso de que quieras ahondar en el tema y reflexionar un poco más, dejo por aquí una charla TED de Michael Shellenberger, un periodista y autor estadounidense experto en cambio climático y energías renovables. Muchas gracias, y hasta dentro de quince días :)

Comentarios

  1. Hola Diego. Muy interesante y de actualidad la entrada con la que has elegido empezar tu blog.
    Es obvio que comparto contigo muchas de tus opiniones ;). Claro que estoy de acuerdo con que la energía nuclear moderna es más segura, barata y limpia. Coincido contigo en que hasta que no se generen nuevas tecnologías más seguras, menos contaminantes, e igualmente baratas no debemos prescindir de la energía nuclear de fisión. El gran problema es la enrome inversión y tiempo que se requiere en montar una central nuclear, que conlleva la necesaria planificación y financiación de las mismas, cosas que en España no se dan.
    Recientemente leí una noticia sobre el desarrollo y viabilidad económica de minicentrales nucleares, más rápidas de instalar y económicamente más asequibles. No sé si por ahí irá el futuro próximo.
    Creo, sin embargo, que has minimizado el impacto que puedan tener los residuos radiactivos de las centrales nucleares, si no son bien gestionados.
    Por otro lado, no has mencionado la enorme influencia que tiene este recurso en el tablero geopolítico mundial, que hace que no todos los países puedan plantearse su desarrollo, teniendo en cuenta que dicha tecnología está muy próxima a la armamentística.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario